miércoles, 17 de diciembre de 2008

Mi memoria es un tobogán-Espacios insostenibles de Nacho Montoto



Mi memoria es un tobogán-Espacios insostenibles de Nacho Montoto

(presentación en Córdoba 12/12/08).


Hoy me toca hablaros de Nacho, de su-sus libro-libros y de su poesía. De Nacho Montoto quiero decir que es una de esas voces críticas y preocupada al unísono, para alguno de nosotros puente o vigía fiel de lo que ocurre en la ciudad que amamos, cuando andamos lejos. Y es que Nacho a diferencia de muchos se ha preocupado tanto de estar y de hacer como de ser, ha ejercido desde siempre la voluntad de formar parte, y hoy, por fin, como esperábamos, se lanza por este tobogán, y le toca dar la cara. Lo hace rodeado de amigos que ha sabido ganar con dignas artes, rodeado de las personas a las que nos ha permitido enseñarle lo poco que podemos y criticar sus pasos, sin miedo a nuestras opiniones.



Porque este libro que hoy se presenta ha costado lo suyo, ha sido cotejado, autocriticado y corregido una y otra, y otra vez, con un elevado grado de exigencia. ¡Si no que le pregunten a Nuria y al Cangrejo! Este libro-libros es, indiscutiblemente, una joya de artesanía editorial, un despliegue de tintas, medios y recursos, un micro-mundo de artistas y de amigos.

Ana Arcas no sólo ilustra, refuerza las metáforas y respeta los silencios, como si volviese a pintar las mismas palabras sobre un nuevo fondo, donde las figuras aparecen cuando éste (el fondo) se ausenta. Como los poemas breves de Nacho, que parecen decir, seguir diciendo, después del último punto. Y es que las imágenes borrosas que pasan por la memoria de Nacho, como del lector, son como esos fondos desdibujados que recordamos en el paso veloz de nuestra vida. Aunque parezcan ser las cosas las que pasan rápidamente a nuestro lado, en realidad, somos nosotros.

Nacho ejerce así de testigo ocular, crítico también con los que miramos o leemos, su dureza es de tinte social, de cierta plasticidad que se ensucia y se mancha en rededor; con una voluntad y actitud de última palabra. En Espacios insostenibles esta voluntad se desarrolla, la palabra crece, y en un curioso horror vacui las imágenes se vuelven pausadas, oscuras, fuertes. Una especie de dualidad entre lo poético, como memoria perdida, y lo circundante, como contundente realidad, llevada a una convivencia insostenible de las palabras propias de cada uno de estos espacios, posible en cambio en un solo lugar: el poema. La naturaleza de Miguel Gómez Losada se vuelve a su vez también en espacio donde salvar esta memoria perdida: naturaleza sola, solitaria, rodeada de vacío, un vacío con el que se funde, se confunde, pese a surgir, sugerir… en medio del silencio, al igual que la palabra poética, creando sentido/s.

Eduardo Chivite


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