domingo, 30 de noviembre de 2008

ARDE CAN, poema de Pepe Quero


ARDE CAN



Siempre los dominicos

controlaron los domingos de invierno.

A los dueños de la Inquisición

les interesó siempre llevar a la hoguera

a los apostatas, ateos, ácratas,

y a los andaluces perros.

Qué anárquica coincidencia, todo comienza

por A.

Las llamas que no vinieron de Perú

se adueñan de espacios de libertad.


Cada teatro tiene un fuego,

cada verso tiene que ser incendiario.


De repente aparecieron las sirenas

agua bendita, las sirenas no eran mujeres sin sexo.

Eran hombres azules con agua azul,

sirenas rojas, sirenas amarillas

chapoteaban ese domingo de Inquisición.

A las puertas de un perro andaluz

que gimoteaba en tonos bajos

como un barítono tímido

al que no le dejan sacar a su heroína.


Lorca, a parte de seguir en esa

humillante cuneta, se derrite

ante el aspecto caído

de un Buñel sin ojos,

y de un Salvador, que no llegó,

Dalí llora chorreado por una lava plástica

sabiendo que todo lo consumido

quedó blando.

Como sus relojes

pausa en el tiempo,

el tiempo lírico sin liceo,

donde los fantasmas aún

no han conseguido destrozar partituras,

ni destrozar a los maniquís

que tocan temas calientes y lascivos.


Porque en esta fecha

los perros están calientes.


Pepe Quero. Poema homenaje al Café Cultura El Perro Andaluz incendiado.

No hay comentarios: