ARDE CAN
Siempre los dominicos
controlaron los domingos de invierno.
A los dueños de
les interesó siempre llevar a la hoguera
a los apostatas, ateos, ácratas,
y a los andaluces perros.
Qué anárquica coincidencia, todo comienza
por A.
Las llamas que no vinieron de Perú
se adueñan de espacios de libertad.
Cada teatro tiene un fuego,
cada verso tiene que ser incendiario.
De repente aparecieron las sirenas
agua bendita, las sirenas no eran mujeres sin sexo.
Eran hombres azules con agua azul,
sirenas rojas, sirenas amarillas
chapoteaban ese domingo de Inquisición.
A las puertas de un perro andaluz
que gimoteaba en tonos bajos
como un barítono tímido
al que no le dejan sacar a su heroína.
Lorca, a parte de seguir en esa
humillante cuneta, se derrite
ante el aspecto caído
de un Buñel sin ojos,
y de un Salvador, que no llegó,
Dalí llora chorreado por una lava plástica
sabiendo que todo lo consumido
quedó blando.
Como sus relojes
pausa en el tiempo,
el tiempo lírico sin liceo,
donde los fantasmas aún
no han conseguido destrozar partituras,
ni destrozar a los maniquís
que tocan temas calientes y lascivos.
Porque en esta fecha
los perros están calientes.
Pepe Quero. Poema homenaje al Café Cultura El Perro Andaluz incendiado.
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