sábado, 25 de octubre de 2008

Calculas que con 29 años has llegado, de Juan Carlos Gordillo

Calculas que con 29 años has llegado
por fin
a ser un hombre.
Tus manos alcanzan a sobar la redondez
de tu vientre, te hieden los sobacos
y tienes, después de todo, las preocupaciones
cotidianas y personales de todos
los hombres: la simiente, el dinero,
la pareja, el auto, los padres.
Pero acaso lo mejor sea que del dolor
has aprendido a extraer algo parecido al conocimiento:
eso que los adultos llaman
experiencia.

Sin embargo
-y cuando dices “sin embargo”
una canica de cristal se agita
lujuriosa en tu garganta-,
sabes que te engañas,
que con 29 años has llegado
por fin
a engañarte.

Has dejado de creer
que vives las noches
como si te ahogaras dentro de un cuerpo caliente
en el que, de las esquinas
de lo irrespirable
-¡el aire!-,
surgen
colas de dragón,
hormigas fosforescentes,
cubos de plástico llenos de ojos hasta los bordes,
papeles arrugados,
cepillos rotos,
serpientes.

Ya no crees
que el silencio sea un estómago animal,
cuyas secreciones
deforman tu rostro,
como se deforma la cera alrededor del
pabilo encendido y vacilante.

Ya no crees
que haya que temer las voces,
que las palabras que los demás dicen
sean incomprensibles.

El mundo es
por fin
comprensible.

Has abierto los ojos en mitad de la noche,
las sábanas están mojadas y con la brisa
te llega un tenue aroma a miel y orines.

Todo es húmedo.
Sólo entonces
has dejado de mentirte.
Sólo cuando reconoces
que tu mamá se muere
y tú eres un niño
escribiendo de espanto en el vientre de la noche.


Juan Carlos Gordillo

No hay comentarios: